A estas alturas todo el mundo ha oído hablar del fenómeno 50 sombras. Lectores y, sobre todo, lectoras de todo el mundo han disfrutado de esta trilogía erótico/romántica. Se dice que es un producto para mujeres, y efectivamente, éstas han sido las receptoras más entusiastas del fenómeno. Lo importante de 50 sombras no es evidentemente que sea un producto original (aquí tenéis la reseña en donde explico lo que me parece la trilogía) ni tampoco la calidad literaria o lo novedoso de la introspección psicológica de los personajes. Lo más importante de la trilogía es que ha abierto la veda a todo un género novelístico que existe desde siempre y que ahora se está multiplicando; la novela erótica.
Cierto es que 50 sombras promete más de lo que cumple. Era de imaginar, para que una novela erótica tenga éxito en la puritana clase media estadounidense no se podían cargar mucho las tintas. Desde mi punto de vista, el fenómeno editorial al que estamos asistiendo surge de la necesidad de revestir la novela erótica de romanticismo para crear un producto "decente" algo que la respetable fémina de mediana edad pueda consumir sin remordimientos. Así, tocada por la patina del amor verdadero cualquier práctica se vuelve aceptable, cualquier deseo es legítimo porque se hace en nombre del amor...
Como lectora esporádica de la novela erótica patria (recuerdo especialmente Las edades de Lulú o Tu nombre escrito en el agua) el fenómeno Grey me coge un poco de vuelta, pero sí agradezco la desacralización del sexo a través de estas obras, aún a pesar de estar bajo el yugo del amor. Esto ha permitido que otras muchas autoras dieran voz a sus deseos, y, lo más importante, que multitud de lectoras y lectores escucharan esas voces y las tomaran como propias. Siguiendo esta línea, en los últimos días he leído dos novelas muy interesantes, ambas bastante mejores que la conocida trilogía.
Pídeme lo que quieras, Megan Maxwell.
Aunque alemana de nacimiento, la autora es de madre española y ha vivido siempre en nuestro país, precisamente en los lugares que aparecen en su novela, Madrid, Barcelona y Cádiz. Tanto la trama como los personajes recuerdan mucho a Grey, Eric Zimmerman, el protagonista, es el director alemán de una gran empresa, guapo, culto, inteligente y frío como un témpano... Judith tiene también bastante temperamento, (menos mal) lo que hará que en la relación de ambos salten chispas. La trama amorosa discurre por los mismos cauces estereotipados de la novela romántica; el duro hombre de negocios terminará mostrándose sensible y altamente protector con la protagonista, los encuentros y desencuentros irán dando las pautas del argumento. Lo más interesante, sin embargo, es que no se trata de una novela erótica descafeinada. En este caso, Eric sí iniciará a Judith en una serie de prácticas bastante morbosas y fuera de lo socialmente establecido, no en vano la editorial se ha preocupado de poner el cartelito de no recomendado a menores de 18 años. Al poder introducir elementos nuevos en los juegos sexuales de ambos, la descripción de los mismos no se hace monótona, como sí en cambio pasaba en la trilogía de Grey. Otro punto a favor de esta novela es la ambientación geográfica, Cádiz, Jerez, Zahara o Puerto Real son algunos de los lugares que sirven de marco a la narración.
Ardiente Verano, Noelia Amarillo.