Como muchos ya sabéis, Juan de Dios Garduño me ofreció ser lectora beta de su última novela,
El camino de baldosas amarillas. Acordé con él que no desvelaría nada de la trama hasta que saliera publicada, por lo que me ha dado tiempo a leer también la anterior,
Y pese a todo... que también reseñé hace unos días.
El camino de baldosas amarillas se ubica en el ambiente opresivo y gris de la posguerra española. Su protagonista es el pequeño Torcuato, el hijo menor de una familia humilde al que le encanta leer e ir al colegio. Por determinadas y trágicas circunstancias -prefiero que lo descubráis con la lectura- Torcuato acaba siendo enviado a un manicomio. Allí, con el único consuelo que le proporciona el libro de El maravilloso Mago de Oz, pronto comprende que la mejor manera de sobrevivir será pasar desapercibido. Sin embargo, una serie de personajes irán desfilando por las páginas de la novela y logrando abrirse camino en el corazón de Torcuato -y del propio lector-. Copperfield, el loco entrañable que se cree un personaje de Dickens, Agnus -la chica- o Carlos, son personajes tan importantes como el propio protagonista.
Aunque aparentemente el argumento se aleja bastante de Y pese a todo..., la verdad es que ambas tienen el mismo núcleo argumental; las relaciones humanas en momentos extremos, ya sea por una invasión zombi o por una situación de abuso de poder. En definitiva, parece que a Garduño le interesa indagar en los comportamientos y naturaleza humanos con la excusa de "te voy a contar una de miedo". Quizá porque el terror surja de lo que puede llegar a hacer el propio ser humano.
Ésta es, probablemente, una de las novelas que más me ha costado reseñar sin caer en los spoiler, y de hecho he tenido que cercenar excesivamente el argumento. Esto se debe a que la historia tiene magistrales giros argumentales. Las hipótesis de lectura cambian constantemente, lo que parecía metafórico era real, lo que imaginabas al principio y desechaste también lo era..., al final de la lectura sientes que el autor ha estado jugando contigo todo el rato, y te lo imaginas con esa sonrisa de gato que se comió al ratón. Y es que eso es precisamente lo que parece gustarle a Garduño, despistarnos, cogernos por sorpresa y... ¡Buhh!
Lo que más me ha gustado de la historia es la forma en que está narrada. Se aprecia un estilo más lírico y evocador en el uso del lenguaje que en su anterior novela. Tal vez porque contrasta también mucho con ese ambiente tan negro que nos dibuja en sus páginas. Si en Y pese a todo me recordaba a Koontz o Stephen King, en El camino de baldosas amarillas encuentro el tremendismo de Cela con Pascual Duarte. Aparte de las semejanzas obvias en el ambiente, hay un elemento de violencia grotesca y desmedida que las acerca, tremendas imágenes plásticas que golpean la mente del lector y lo dejan K.O.
También me ha gustado comprobar el agudo sentido del humor de Garduño, que es capaz de relacionar sutilmente el cruento manicomio en donde sitúa la acción con el conocido programa de Gran Hermano, y es que "aquí dentro todo se intensifica".
En todo caso, se me queda una pregunta en el tintero, teniendo en cuenta las ganas de jugar del autor, que en Y pese a todo nos camuflaba el título de su siguiente novela, ¿aparecerá en ésta el título de la próxima?