Cuando era pequeña sabía que había palabras mágicas, palabras que al pronunciarlas podían transportarte a otro mundo, a otro lugar. Cada vez que mi padre decía "Había una vez..." la magia se hacía, se presentaba y robaba el sueño. Una vez había una princesa... había una vez un marinero... unos ojos verdes... principios de cuentos que alimentaron en mi mente el gusto por las palabras, el gusto por las historias.
Una vez es un cuento, pero no es un cuento de hadas. Es una historia triste de un niño que intentaba ser fuerte y grande, porque no le dejaron ser niño. Una vez es un relato agridulce sobre un momento terrible y vergonzoso de la Historia, un momento en el que una zanahoria puede convertirse en la estela mágica de la esperanza. Un lugar en donde la imaginación puede hacerse fuerte y vencer la peor de las guerras con la mayor de las ternuras. Una vez son las palabras mágicas que te llevan a ese mundo, no siempre agradable, no siempre feliz, de las historias que no acaban, porque todo el mundo merece que le ocurra algo bueno en su vida. Al menos una vez.
Por alguna razón desconocida, las palabras de esta crítica deben ir con estas notas de Ludovico Einaudi.